viernes, 11 de febrero de 2011

Navarra. Rutas del Reyno. Ruta 1, 2ª parte


Ruta 1. Pamploma y su Cuenca



En esta 2ª parte de la Ruta 1 se ofrece información de los siguientes 7 lugares: Iglesia de San Nicolás, Iglesia de San Saturnino, Jardines de la Taconera, La Ciudadela, Monumento al Encierro, Murallas de Pamplona y Museo de Navarra.
Iglesia de San Nicolás
Localidad: Pamplona (31001). Dirección: Calle San Miguel, 15. Zona: La Cuenca de Pamplona. Enlaces de interés: www.pamplona.net  Estilo: Románico. Siclo de construcción: XII. Horario de visita: Invierno 2011: días laborables, de 9:30 a 12:30 y de 18:00 a 20:30. Festivos, de 9:30 a 13:30 y de 18:30 a 20:30. Precio visita: Gratis. Teléfono: 948221281.  
La parroquia de San Nicolás, que data del siglo XII, no nació sólo para atender oficios religiosos sino, sobre todo, para servir de bastión militar y defensivo de los vecinos de su burgo, del mismo nombre, siempre enfrentado con los otros dos burgos de la ciudad (Navarrería y San Saturnino).
Fue en 1222, en alguno de estos ataques vecinales, cuando un incendio arrasó la primitiva iglesia-fortaleza románica y hubo que construir una nueva, consagrada en 1231. Ubicada en el Casco Antiguo, entre la Plaza de San Nicolás, la calle San Miguel y el Paseo de Sarasate, sus gruesos muros y verjas, así como la única de las tres torres de vigilancia que permanece en pie, dan cuenta de su conflictivo pasado.
No olvide entrar en el templo, de bellísimo calado gótico, que contiene un gran órgano barroco, el más importante de Pamplona. A la salida, se sentirá en el corazón de la vieja ciudad medieval, en una confluencia de calles muy ambientadas, llenas de comercios tradicionales, artesanos, gran densidad de bares y, en invierno, rodeada al calor de los castañeros.
San Nicolás es la única iglesia de Pamplona que conserva algún resquicio románico. En el interior del edificio religioso, el gótico predominante del interior solo es visible en dos de sus puertas, el ábside y algunas zonas del muro alto. La mayor parte está escondida tras añadidos realizados por Ángel Goicoechea en el siglo XIX.
Inicialmente, la iglesia contaba sólo con la entrada que da a la Plaza de San Nicolás. Posteriormente, la ciudad fue creciendo en dirección opuesta, lo que obligó a la urbanización del Paseo de Sarasate y a la creación de otra fachada (1888) en esta zona cada vez más transitada. Al mismo tiempo, se creó la casa parroquial y el pórtico neogótico que rodea el edificio por el norte y el oeste. Como construcción bélica tuvo varas torres pero la que hoy existe, con campanario y almenas, es obra de José Martínez de Ubago en 1924, fecha en la que el templo volvió a ser restaurado.
Accediendo al interior, se descubre el planteamiento más usual de la arquitectura religiosa medieval, con un templo según planta de cruz latina, tres naves de coro alto y un ábside en la cabecera, aunque su alzado es producto de varias fases dentro de un mismo estilo gótico.
El trazado, las cubiertas de cañón apuntado de las naves laterales y parte del muro central son protogóticas. Al siglo XIV pertenecen las cubiertas de crucerías de la nave central, el crucero y el presbiterio con su crucifijo y sus muros rasgados por vidrieras. Todos los retablos se desmontaron tras la restauración de 1982, año en que aparecieron restos de pinturas medievales.
No olvide antes de salir al exterior dirigir su vista hacia el coro del templo. En ese punto encontrará un gran órgano barroco construido en 1769. Está considerado como el más importante de la ciudad. Cada año, el 1 de noviembre se celebra un concierto-homenaje al músico pamplonés Pablo Sarasate.
Para esta iglesia hay además una fecha clave en el calendario: el 3 de febrero, festividad de San Blas abogado protector de la garganta. En Pamplona la tradición popular de llevar alimentos a los templos para ser bendecidos se localiza exclusivamente en este recinto religioso, donde se encuentra la cofradía de clérigos de San Blas, fundada en 1339.
Cada año en este día se celebra una pequeña procesión por el atrio con la imagen del Santo y se bendicen en el interior los alimentos. En la plaza se coloca durante todo el día el mercadillo de roscos y dulces típicos, como los piperropiles y caramelos. Todos están bendecidos. Si usted padece mal de garganta, este desaparecerá tras su ingestión.
Por la tarde y noche, la zona se llena de estudiantes que transitan a ambos lados de la plaza, entre las calles San Nicolás y San Gregorio, las de más densidad en bares de la ciudad.  
Iglesia de San Cernin o San Saturnino
Localidad: Pamplona (31001). Dirección: Calle San Saturnino, s/n. C/ Ansolega 21. Zona: La Cuenca de Pamplona. Enlaces de interés: www.pamplona.net  Estilo: Gótico. Siglo de construcción: XIII. Horario de visita: Invierno 2011: laborables de 9:00 a 12:30 y de 18:00 a 20:00. Domingos y festivos: De 10:15 a 13:30 y de 17:45 a 20:00. Precio visita: Gratis. Teléfonos: 948221194 – 948224522.
La iglesia de San Cernin o San Saturnino, patrón de Pamplona, del siglo XIII, no sólo fue el centro religioso de su burgo. Sus dos altas torres, que trazan en el cielo un perfil muy personal y emblemático de la ciudad y sus poderosos y gruesos muros, le delatan en su otra función de antaño: una fortaleza militar y defensiva en las habituales contiendas que se libraban entre vecinos de los diferentes burgos medievales.
Ubicada en el casco histórico, de camino entre el Ayuntamiento y el Museo de Navarra, la iglesia es fácilmente reconocible por un amplio atrio porticado que precede a su entrada. En el interior, un bellísimo templo de nave única muy amplia. No olvide detenerse en la Capilla de la Virgen del Camino, Señora y Reina de la ciudad, de estilo barroco.
A la  salida, busque  en  el  suelo  el  "pocico"  en  el  que  San Saturnino bautizó a los primeros cristianos, entre ellos al que sería su primer obispo, San Fermín. Después, mire al cielo y divise la torre sur: allí está el popular "gallico" y el reloj que anuncia puntual el comienzo de cada encierro durante las fiestas de San Fermín.
La iglesia de San Cernin o San Saturnino, hasta hace pocos años albergue de peregrinos de la ruta jacobea, se levantó muy posiblemente sobre un templo romano, en la antigua ruta de las bolserías, una vía clave entre los siglos XII a XIV. Su fachada principal se encuentra en la misma calle San Saturnino, a pocos metros de la Casa Consistorial.
En ella destaca el amplio atrio formado por arcos ojivales y bóvedas de terceletes. A los lados del arco de acceso al templo, dos esculturas recogen las imágenes de Santiago peregrino y San  Saturnino. La portada, un bello ejemplo gótico del siglo XIII, recoge en sus capiteles escenas de la infancia y Pasión de Cristo.
El interior del templo, de un gótico inusitado en Navarra, se resume en una nave única muy amplia con bóveda sexpartita, cabecera poligonal, capillas entre contrafuertes y un coro elevado a los pies. Merece resaltarse la solución  de la cabecera, con un gran arco de entrada, largos ventanales y diferencia en altura entre la capilla mayor y las laterales.
Es sumamente curioso por inusitado que justo en el espacio que ocupó el claustro se levantara en 1758, la capilla patronal de la Virgen del Camino, un interesante ejemplo de arquitectura barroca, con la planta central de cruz griega inscrita en un cuadrado, con el empleo de cúpulas en los ángulos y la supremacía de la del crucero y con su ornamentación, que alcanza el clímax en el retablo del presbiterio.
La talla románica policromada y forrada en plata, provenía de Alfaro (La Rioja) pero una mañana de 1487, la capilla patronal de la Virgen del Camino apareció sobre una viga situada en el atar mayor de San Saturnino. Los riojanos acusaron a los pamploneses de hurto. La talla se devolvió pero el prodigio se repitió y los riojanos terminaron por cederla. El gran retablo barroco que ocupa todo el ábside de la capilla recoge las imágenes de la Inmaculada y Santa Teresa, traídas de Nápoles en 1772.
Pero este edificio alberga también más historia en su exterior. En el cruce de las calles Jarauta, Mayor y San Saturnino una placa recuerda el “pocico” en el que el obispo Saturnino bautizó a los primeros cristianos de la ciudad.
Después aléjese hasta la cuesta de Santo Domingo para divisar  desde allí el perfil de las dos altas torres de la iglesia, de neto porte militar, igual altura y planta cuadrangular.
La torre sur o del Reloj, está coronada con una veleta en forma de gallo: el “gallico” de Dan Cernin es uno de los emblemas más populares de la ciudad. Debajo de este símbolo se encuentra el reloj que anuncia cada mañana sanferminera el momento exacto en que se producirá el disparo del cohete que precede al encierro.
En noviembre se celebran conciertos de música sacra con motivo del día de San Saturnino (día 29) y Santa Cecilia (día 22).
Jardines de la Taconera
Localidad: Pamplona. Dirección: Jardines Calle del Bosquecillo. Zona: La Cuenca de Pamplona. Web: www.cafevienes.com  Enlace de interés: www.pamplona.net  
Los Jardines de la Taconera constituyen el parque más antiguo, hermoso y emblemático de Pamplona. Con sus 90.000 metros cuadrados de superficie, se asienta en torno a las murallas, muy cerca del Casco Antiguo, dentro de un marcado estilo romántico y versallesco.
Su estructura, jalonada de especies arbóreas y florales con elementos escultóricos muy diversos, permite diferentes itinerarios al visitante. Pero si algo caracteriza a este paradisíaco  lugar  es  el  pequeño  zoo que alberga en sus fosos y en el que conviven  ciervos,  patos,  faisanes, cisnes, pavos reales... en estado de semilibertad.
Recorrer la Taconera es descubrir portales a modo de arcos de triunfo, el monumento al ilustre tenor roncalés Julián Gayarre, diversas esculturas entre la que destaca la querida y popular Mariblanca, o los arcos ojivales de Teobaldo II. El Café Vienés es lugar habitual de encuentro de creadores y estudiantes de Pamplona.
Ya en los planos de la ciudad de 1709, aparece la Taconera como espacio verde. El parque está siempre abierto al público y su acceso más señorial, el Portal de San Nicolás (1666), recreación barroca de un arco del triunfo, se encuentra en la calle del Bosquecillo. También se puede acceder a través del Portal de La Taconera, junto a los jardines de Antoniutti.
La Taconera cautiva en cuestión de minutos. Basta con asomarse al mirador que se abre desde la calle Navas de Tolosa para contemplar un mini zoo situado en unos fosos limitados por un recinto amurallado. Ciervos, conejos, gamos, patos, faisanes. Cisnes, cabras, pavos reales y otras anátidas, en total una treintena de ejemplares, conviven en un espacio que por Navidad se adorna con figuras de un Belén de tamaño natural. Al otro extremo del foso en su lado norte, otro mirador le permitirá ver la fauna, a través de cinco bellos arcos ojivales.
Posee una vegetación muy variada con árboles antiguos y exóticos. El parque está rodeado por parte de las murallas que circundaban la ciudad. Además conserva elementos ornamentales que le permitirán ir haciendo pequeños altos en el camino: el Monumento a Gayarre, en el paseo central, en honor al tenor roncalés (1844-1890) de fama mundial. Muy cerca de allí, otro parterre ensalza la figura del músico burladés Hilarión Eslava (1807-1878).
Escondida entre los árboles, no olvide saludar a la Mariblanca, una escultura de finales del XVIII, que recoge una las imágenes más populares y queridas de la ciudad y que representa una alegoría de la Abundancia o Beneficencia.
En su lado norte, el parque dispone de un mirador con una buena panorámica de algunos barrios de Pamplona y del antiguo Portal de Santa Engracia, hoy llamado Portal Nuevo, otro punto de entrada o salida al recinto.
Los niños cuentan también con un parque de ocio. Muy cerca hay una bonita fuente de agua potable y no faltan los servicios de hostelería. El Café vienés, antaño caseta de alquiler de bicicletas, es un coqueto recinto geométrico a la sombra de un retorcido ejemplar de Sófora Japónica, donde se puede degustar una amplia carta de cafés, tés y sabrosas tartas.
El Parque Larraina es la prolongación natural del de la Taconera y tiene excelentes vistas sobre el río Arga. Contiguo a el está el de Antoniutti, un parque muy arbolado y fresco que cuenta con una pista de patinaje, un parque infantil y una pista de skate,
Observaciones: El Café Vienés abre todos los días en temporada alta, de 9:00 a 22:00 y los fines de semana el resto del año.
La Ciudadela
Localidad: Pamplona. Dirección: Avenida del Ejército. Zona: La Cuenca de Pamplona. Enlace de interés: www.pamplona.net
La Ciudadela, referencia urbanística principal de Pamplona, está considerada como el mejor ejemplo de arquitectura militar del Renacimiento español y uno de los más destacados conjuntos defensivos ideados en Europa. Junto con la Vuelta del Castillo, zona verde que la circunda, constituyen el gran pulmón verde de la ciudad, con sus 280.000 metros cuadrados de extensión; así la práctica de footing y otros deportes es habitual a cualquier hora del día.
La Ciudadela nació para vigilar la ciudad del enemigo, a instancias del rey Felipe II, quien la mandó construir en 1571 con el fin de hacer frente a las constantes incursiones del ejército francés. Su estructura original tenía forma de pentágono regular con cinco baluartes en los ángulos, pero la construcción del Primer Ensanche de la ciudad obligó al derribo de dos de ellos.
En su interior, otras fortificaciones y edificios menores se destinan hoy en día a lugares públicos para el ocio y la cultura. Adéntrese en esta fortaleza por la Avenida del Ejército o a través de la Vuelta del Castillo. Y hágalo a pie, porque esta fantástica incursión no acepta otro tipo de transporte.
El ingeniero militar italiano Giacomo Palearo, "el Fratín", fue el artífice de este sofisticado sistema defensivo, de moda en la época y similar al existente ya por aquel entonces en la ciudad belga de Amberes. En el siglo XVIII el recinto se rodeó con un sistema de contraguardias, caminos cubiertos, medias lunas y escarpas. Llegó a convertirse en cárcel, recibiendo entre sus rejas a personajes ilustres de la talla del ministro Urquijo o el conde de Floridablanca.
Sólo una vez en su historia fue tomada esta fortificación, en 1808, y ni siquiera fue necesario que el ejército francés disparara un solo tiro. Aprovechando una gran nevada, el enemigo acertó a tomar la Ciudadela ante la confusión del lanzamiento de bolas de nieve entre ambos bandos.
Pero dejemos el pasado. En 1964 el Ejército entregó la Ciudadela al Ayuntamiento de Pamplona, quien se encargó de su remodelación para darle un uso del que diariamente disfrutan miles de vecinos y visitantes. Todas las noches de San Fermín, las murallas de la Ciudadela son testigos mudos del lanzamiento de fuegos artificiales, en el acto más multitudinario de estas fiestas mundialmente famosas.
Para acceder al recinto, hay cinco puertas. Las más transitadas son la Puerta del Socorro, a la que se accede por la Vuelta del Castillo, atravesando un puente sobre los fosos que en su día fue levadizo, y la entrada principal, en la Avenida del Ejército, en la que destaca su sobriedad renacentista. En esta última y tras atravesar la muralla, se llega al Cuerpo de Guardia, un edificio que hoy se usa como oficinas municipales.
Pabellones, fosos, baluartes, rebellines y glacis salpican el recinto amurallado dentro de un agradable parque público donde no faltan senderos, una plazoleta central con fuente, una treintena de diferentes especies arbóreas, diversas esculturas (Jorge Oteiza, Néstor Basterretxea, Vicente Larrea, Alberto Eslava...) y una zona de ocio infantil. Esta fortaleza está abierta sólo durante el día y en ella está prohibida la circulación de todo tipo de vehículos, incluidas las bicicletas.
Además, el parque combina su uso recreativo con el de recinto cultural, ya que la conservación y remodelación de antiguos edificios militares ha permitido su uso actual como sede de exposiciones y muestras culturales, sobre todo de arte contemporáneo. Hablamos del Polvorín y el Pabellón de Mixtos, los más antiguos, y la Sala de Armas, de finales del XVIII, junto con el Horno.
El recinto se completa con un frontón de uso público y gratuito en la zona de los fosos, así como dos semblanzas de la Rosa de los Vientos.
El acceso a los fosos está libre de horarios, pero se recomienda no transitarlo en horas nocturnas.
Monumento al Encierro
Localidad: Pamplona (31002). Dirección: Avenida Roncesvalles Zona: La Cuenca de Pamplona.
Cuando un momento fugaz se transforma en imperecedero, conserva toda la intensidad de aquello que lo hizo valioso. Quizá eso fue lo que pensó el escultor bilbaíno Rafael Huerta al idear el conjunto escultórico dedicado al encierro.
La obra congela en un instante la  carrera  de  los  mozos  perseguidos  por  los toros, con una atrevida habilidad y un acertado equilibrio de fuerzas que dejan entrever la angustia constante y el valor.
La paradoja del "dinamismo congelado" se muestra ante nuestros ojos, y parece como si los morlacos quisieran salir de su disfraz de bronce para recorrer una vez más las calles de Pamplona tras los valerosos mozos antes de volver a su molde perpetuo.
El monumento al encierro es una escultura en bronce colado que se alza elegante en la avenida Roncesvalles, mirando en dirección hacia la emblemática Plaza de Toros de Pamplona.
La obra es una ampliación del antiguo monumento que realizara el escultor bilbaíno Rafael Huerta Celaya en 1994. La escultura actual, es una armoniosa composición de once metros de largo y cuatro de ancho, que el mismo autor ha perfilado con inusitada calidad.
Un impresionante monumento concebido para ensalzar el mítico encierro de Pamplona. Representa con un realismo impactante el momento de mayor excitación para los corredores; ese en el que pueden sentir el aliento de los animales tras de sí. Once mozos en frenética carrera, tratan de conducir a la manada compuesta por seis toros y tres cabestros.
El dinamismo de los corredores se trasmite ampliamente. Algunos caídos en el suelo, esperan no ser arrollados por los morlacos que pasan a su lado sin detenerse. Rafael Huerta ha conseguido plasmar gran equilibrio y movimiento a su obra gracias a la compensación de volúmenes hacia un lado y otro de los puntos de apoyo.
Disfrute de una vista completa a esta escultura rodeándola tranquilamente. Todos los mozos trasmiten con su pose y también con su gesto, la misma emoción que se vive cada mañana de las fiestas de San Fermín. La angustia, el valor de los mozos y la potencia de los morlacos reflejan la constante lucha vivida con intensidad. Una escena que cautiva por su belleza.
Rafael Huerta, muy unido a la capital Navarra desde que la visitara tiempo atrás, pretende que toda persona que vea la obra vuelva a revivir la impresión que a él le causó el encierro, al que considera como una fuente de inspiración tanto por su estética como por la posibilidad que ofrece de captar distintos estados de ánimo.
El encierro
El encierro es el acto central de  los Sanfermines y convierte a estas fiestas en un espectáculo inimaginable en cualquier otro lugar del mundo. Nació por una necesidad: trasladar a los toros desde los extramuros de la ciudad al coso taurino, y la costumbre de los mozos por saltar al recorrido y correr delante de las astas hizo que el encierro se incluyera en el programa.
Tiene lugar del 7 al 14 de julio y comienza en los corralillos de Santo Domingo cuando el reloj de la iglesia de San Cernin marca las ocho en punto de la mañana. Este es el único momento del día en el que la fiesta se contiene y la tensión invade el recorrido antes de que los toros inicien su presurosa carrera.
Tras el lanzamiento de dos cohetes, las reses salen en tropel para recorrer tras los mozos 825 metros en un tiempo medio de entre tres y cuatro minutos, aunque en ocasiones excepcionales la carrera se prolonga por quedar “descolgada” de la manada alguna de las reses. La rapidez, el caos y un estallido de sensaciones culminan en la Plaza de Toros. A partir de ahí, más distendida, la fiesta continúa.
Murallas de Pamplona
Localidad: Pamplona (31001). Zona: La Cuenca de Pamplona. Siglos de construcción: XVI-XX. Enlaces de interés: www.pamplona.net
Con sus cinco kilómetros de recorrido, que permiten un insólito y evocador paseo bordeando la ciudad, las murallas de Pamplona constituyen uno los complejos bélicos más interesantes y mejor conservados de España, lo que le valió ser declarado Monumento Nacional.
Como ciudad medieval, Pamplona se rodeó de un anillo amurallado  para defenderse del enemigo, pero no fue hasta la incorporación del Reyno de Navarra a la Corona de Castilla, en 1515, cuando su situación estratégica le convirtió en un puesto avanzado de la corona española ante Francia.
Comienza entonces el desarrollo de una magna y formidable  fortaleza, que tiene su punto álgido con la Ciudadela. Bastiones, baluartes, portales, medias lunas, revellines, fuertes... dotan el conjunto amurallado de toda la  sobriedad y sofisticación de este tipo de conjuntos defensivos.
El desarrollo urbanístico del siglo XX obliga a derribar algunos frentes para que la urbe de la modernidad pueda expandirse. Pero la esencia permanece.
El paseo por el anillo de las murallas, entre los parques de la Media Luna y La Taconera, combina la frialdad y el silencio de la piedra con la calidez y el acogedor murmullo del infinito paisaje verde.
La Pamplona medieval tuvo su cinturón de murallas, primero en torno a sus distintos Burgos (San Cernin, San Nicolás y Navarrería) y tras el Privilegio de la Unión (1423), formando un anillo alrededor de toda la ciudad. Con la anexión a Castilla en 1512, Pamplona se convierte en un puesto avanzado de la corona española ante Francia y el objetivo permanente durante los tres siglos siguientes será el sostenimiento de la frontera ante posibles invasiones. De ahí el interés que tuvieron Fernando el Católico y sus descendientes Habsburgos, por convertir a Pamplona en una ciudad inexpugnable, adecuando sus defensas a los avances técnicos de la guerra.
En 1571 Felipe II ordena levantar la Ciudadela, auténtico hito de la ciudad fortificada y se inicia en las siguientes décadas el perfeccionamiento del cinturón amurallado. Así y siguiendo el trazado desde el parque de la Media Luna, encontramos los baluartes y bastiones del Labrit, Redín, Guadalupe, Pilar, Abrevador, Parma, Gonzaga y la Taconera, y ya en la Ciudadela, los de Santiago, Santa María y Real.
Contraguardia, lunetas (San Bartolomé, San Roque), revellines (como el de los Reyes) y fuertes (San Bartolomé, San Roque y del Príncipe) fueron completando el complicado sistema defensivo de Pamplona que no hizo concesiones al estilismo y cuya potencia, robustez y sobriedad se evidencian en el rigor del sillar y la fortaleza de los muros. Por esta disposición de las murallas la ciudad tuvo vetado su crecimiento horizontal hasta 1888, año en que se autorizó la demolición de dos baluartes de la Ciudadela y pudo nacer así el Primer Ensanche de la ciudad. Ya en 1925 se procedió al derribo de la parte sur de la muralla que hizo posible tanto el segundo ensanche así como las posteriores expansiones de Pamplona.
Actualmente se siguen conservando las tres cuartas partes del perímetro amurallado, que combinan la ciudad medieval con la urbe moderna y de vanguardia. El conjunto amurallado de Pamplona ha sido declarado Monumento Nacional y tiene la consideración de Bien de Interés Cultural; algunos expertos lo consideran el conjunto fortificado moderno más importante de España.
Si como visitante, quiere disfrutar de las murallas, puede hacerlo por su parte alta o por la parte baja. En el primer caso, aborde la Media Luna y siga por el baluarte de Labrit, la ronda del obispo Barbazán, el baluarte del Redín, el antiguo palacio de los Virreyes y el paso de Ronda, hasta terminar en los jardines de la Taconera.
Su recorrido, además de sumamente agradable y entretenido, le descubrirá aspectos insólitos de la ciudad histórica. Si elige la parte baja de las murallas, perderá en panorámicas de la ciudad a cambio de apreciar la contundencia del recinto, que ha resistido asedios durante siglos. Siguiendo el Parque Fluvial del Arga, encontrará huertas, caballos y ganado, instalaciones deportivas y el puente medieval de la Magdalena. En cualquiera de los dos casos, el paseo dura aproximadamente una hora.
En su visita por Pamplona, podrá atravesar algunos de los portales que recorrían el recinto, no siempre en su lugar de origen. El más antiguo y el único que se conserva íntegro “in situ” es el portal de Francia o de Zumalacárregui (1553). Muestra un escudo labrado con el águila bicéfala y las armas imperiales. A primeros del siglo XX se derribaron el portal de la Rochapea y Tejería, se desmontaron el de la Taconera y San Nicolás (ahora reconstruidos en el parque de la Taconera) y se amplió el Portal Nuevo.
Observaciones: El visitante puede recorrerlas desde el parque de la Media Luna hasta la Taconera o siguiendo el Parque Fluvial del Arga.
Museo de Navarra
Localidad: Pamplona (31001). Dirección: Calle Cuesta Santo Domingo, s/n. Zona: La Cuenca de Pamplona. Horario: Invierno 2011: De martes a sábado, de 9:30 a 14:00 y de 17:00 a 19:00. Domingos y festivos, de 11:00 a 14:00. Días 24 y 31 de diciembre, solo por la mañana. Días 25 de diciembre y 1 de enero, cerrado. Precio: 2 €. Descuentos especiales para determinados colectivos y para grupos. Entrada gratuita los sábados por la tarde y los domingos.
Enlaces de interés: www.pamplona.net  Email: museo@cfnavarra.es Teléfonos: 848426492 – 848426498  Fax: 848426499.
Es posible que haya decidido conocer el centro histórico de la capital, atraído por la merecida buena fama que tienen sus bares y comercios, o movido por el gratificante   gusto   por   callejear.   En  ésas,  quizá  se acerque hasta la calle Santo Domingo sólo con la intención de recorrer desde su inicio el paso del emblemático encierro de San Fermín, pero algo puede hacerle cambiar de planes y hacer que la jornada sea completa: la visita al Museo de Navarra.
El edificio, antiguo hospital de Nuestra Señora de la Misericordia y museo desde 1956, da un repaso al arte e historia de Navarra desde la Prehistoria hasta nuestros días, y entre sus piezas más destacadas cabe mencionar: el mosaico romano del Triunfo de Baco, datado en el S.I, los capiteles románicos de la antigua catedral de  Pamplona, la arqueta mozárabe de Leyre, o el retrato del Marqués de San Adrián, pintado por Francisco de Goya.
Coronando la cuesta anexa a la calle Santo Domingo, el edificio del Museo de Navarra exhibe orgulloso su cometido: hacer presente el pasado. En la portada del Museo se funden ambos en la más cuidad armonía, anunciando ya en el umbral un paseo por la historia y el arte de estas tierras casi desde que el hombre decidió asentarse en ellas.
El edificio alberga piezas singulares del patrimonio navarro presentadas de forma cronológica a lo largo de sus cuatro alturas, desde la Prehistoria en el sótano, al arte del siglo XX en la última planta.
La visita se inicia con las salas dedicadas a la prehistoria, el arte romano y el arte medieval. Esperan aquí su visita una copa ritual de la Edad de Hierro, mosaicos como el de Teseo y el Minotauro y restos arquitectónicos que atestiguan la presencia romana en Pamplona y varias localidades navarras.
En esta primera planta y en parte de la segunda se exhiben joyas del arte medieval navarro: hermosos capiteles de la antigua Catedral románica de Pamplona, esculturas góticas, tesoros de la orfebrería medieval y una joya que no debe perderse: la arqueta de Leyre, finalmente esculpida en marfil en el año 1005.
Obras del Renacimiento completan la segunda planta del edificio, con el Mural del Palacio de Oriz, del siglo XVI, como una de sus más importantes piezas. En la planta tercera, le esperan obras del Barroco y del siglo XIX, y la cuarta está dedicada al siglo XX.
El Museo de Navarra exhibe con orgullo, uno de los mejores retratos firmados por Francisco de Goya, el Marqués de San Adrián, una obra de madurez del artista en la que demuestra su dominio técnico pleno.
Goya aplica aquí directamente la pincelada de color consiguiendo la plasmación de volúmenes, luces y texturas al margen de convencionalismos academicistas. Se trata de un retrato aristocrático con tintes románticos y profunda captación psicológica.
Además de obras de figuras clave de la pintura navarra como Javier Ciga o Jesús Basiano, el Museo cuenta con una colección de obra contemporánea de artistas vinculados con Navarra, como Julio Martín Caro, Jorge Oteiza, Mariano Royo, Pedro Salaberri, Juan José Aquerreta o Pedro Manterota. En su visita al Museo de Navarra, percibirá una dinámica actividad: aquí se realizan exposiciones temporales, ciclos de cine, conciertos y conferencias abiertas al público. Hay visitas guiadas a la colección permanente y a las exposiciones temporales. Posee biblioteca, tienda-librería y un fondo documental de artistas navarros contemporáneos.

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